¿Cuánto hace que no comemos un tomate con sabor a tomate? Probablemente mucho tiempo. Algunos recordarán los tomates de su infancia, con un gusto concentrado, dulces y jugosos, tomates mucho más pequeños y rojos que los que se venden actualmente en el supermercado. Lo que pasa con los tomates pasa con muchas otras verduras y frutas que son irradiadas, pintadas, inyectadas o alteradas, para que tengan un aspecto uniforme o para que resulten redituables dentro de la cadena productiva.
Actualmente en las góndolas de las grandes cadenas de supermercados estamos frente a productos que fueron alterados en relación a su origen natural. El tomate, por ejemplo, es grande, sin sabor, arenoso. Todos tienen la misma forma y color.
La producción de tomates, como casi toda la producción hortícola, en los últimos años está regida por patrones del mercado, que exige que la producción sea estándar y que haya la cantidad de verdura necesaria para el consumo sin que haya pérdidas económicas. Mayor producción en menor tiempo, al menor costo posible. Las tres leyes del mercado que regulan la mayoría de las actividades productivas.
Ahora bien, cuando hablamos de productores, no nos referimos a pequeños campesinos que trabajan su huerta, sino a grandes corporaciones que fomentan la producción a gran escala con irradiaciones y alteraciones genéticas (transgénicos).
En Argentina, los transgénicos como la soja, el algodón y el maíz, son los tres productos de la biotecnología agrícola que conforman los principales monocultivos. Tener grandes extensiones de tierra sembradas con transgénicos representa un gran problema para la tierra y para las poblaciones que viven alrededor de los campos, ya que para deteriorar a las malezas sin afectar a las plantaciones, se utilizan herbicidas como el glisfosato, perjudicial para la salud humana.
Hay numerosos casos de enfermedades y trastornos producidos por las fumigaciones aéreas en las zonas aledañas a los campos sembrados con monocultivos de soja. Actualmente, en Córdoba, se lleva adelante el primer juicio contra las fumigaciones, impulsado por un grupo de madres del Barrio Ituzaingó Anexo, quienes denunciaron la contaminación y los trastornos en la salud generados por el glisfosato. (VER:http://www.juicioalafumigacion.com.ar/)
En Argentina, empresas como Monsanto o Cargill llegaron hace años, para instalar estos desarrollos de la biotecnología, que lejos de favorecer a la población, enriquecen los bolsillos de las grandes corporaciones.
Si embargo, existen alternativas a este modelo productivo orientado por la oferta y la demanda, que bajo cualquier costo, genera verduras, frutas y cereales alterados, sin gusto y en muchos casos nocivos para la salud. Las cadenas de producción orgánica se están multiplicando en muchos lugares, y las huertas urbanas también representan una salida para esta situación.
En La Plata, además de que históricamente existe una producción importante del llamado “Tomate Platense”, en el cinturón hortícola, se generan numerosas producciones orgánicas, de productores locales que tejen pequeñas redes de distribución para abastecer a la región de verduras sin alteraciones de ningún tipo y producidas sin agrotóxicos.
Es importante saber que existen estos productores y que incluso en las ciudades, tenemos la posibilidad de consumir responsablemente alimentos con sabores, texturas y olores naturales, y no creados en un laboratorio.
Desde el Colectivo Tinta Verde, celebramos la intervención de los alumnos de la Cátedra Artes Plásticas y procedimientos transdisciplinares de la Facultad de Bellas Artes de la UNLP, ya que colabora a que empecemos a pensar ¿qué consumimos y de dónde vienen los alimentos que consumimos? Una vez que nos hacemos esa pregunta es importante darle una respuesta desde la acción: empezar a comprar a los productores locales, fortaleciendo los mercados regionales y favoreciendo redes de alimentos sanos y saludables.
Intervenir los tomates de las grandes cadenas con etiquetas, implica tomar una postura y poder visibilizar una situación que es parte de nuestra cotidianidad, a la que no debemos acostumbrarnos. La intervención sirve para ponernos en movimiento y correr la voz.
Sumate!
